Edmundo Velázquez / Huejotzingo/Foto:Ulises Ruiz/Cambio
Árboles que tienen alrededor de 80 años de edad son derribados para crear una vía mucho más rápida para el transporte público y de carga. Por la gran carga de leña y madera que producen, provocan peleas y conatos de violencia entre los vecinos que los disputan
El escenario parece desolador: quince minutos tardan en ser talados uno a uno los antiguos eucaliptos que acompañan el camino de la carretera libre al Distrito Federal. Árboles que fueron sembrados hace casi 80 años, cuando recién había sido inaugurada la vía como la primera pavimentada en todo el país.
El camino ahora luce vacío a los lados. Más de siete kilómetros de alcanfores serán derrumbados para la extensión a seis carriles del histórico camino real que algún día fue la conexión entre Segura de la Frontera (poblado hoy conocido como Tepeaca) y la Ciudad de México. Por ahí pasaban cargamentos que tenían por destino el mercado más grande de la zona, ubicado en Segura de la Frontera. Otros más pasaban directo hacia el puerto de Veracruz. Fue hasta 1924 que el camino fue pavimentado, según recuerdan los vecinos de mayor edad.
Pero hoy ese tramo se ha convertido en un aserradero, una zona de trabajos donde vecinos de San Juan Teutla, Huejotzingo, Zacatepec y Juan C. Bonilla, literalmente, han llegado a hacer leña del árbol caído.
En el lugar, además de las cuadrillas de vecinos, laboran más de 80 trabajadores al mando de David Fernández Amaro, concesionario de la tala. Él y su equipo van turnando el corte de cada árbol, hora tras hora, método utilizado para mantener seguros a los transeúntes y para no entorpecer el tránsito en la carretera que hoy se utiliza principalmente como zona de tráfico pesado, carga y transporte público en su mayoría.
“Los árboles han matado, dan más lata que sombra”
“Los árboles han matado, dan más lata que sombra”
“¿Milenarios? Ni que ocho cuartos, esto ya es civilización”, dice una señora que les da de comer a los trabajadores del concesionario de tala. Mientras sirve un mole de olla a los labriegos, la mujer refunfuña sobre los eucaliptos como si tuvieran una maldición. La mujer asegura ser vecina de la zona, no da su nombre “por seguridad”, pero dice que esos árboles daban más problemas que sombra a los lugareños o vista al paisaje.
“En el 2005 mataron a un hombre y a un muchacho, las ramas nomás se caían de secas y la leña los aplastaba”, asegura la señora al repartir tortillas a los empleados. Según comenta, la extensión a tres carriles por cada sentido es urgente. “Es necesario, hay que modernizarnos, estos árboles no son tan viejos”, comenta la mujer despreocupada por la ecología.
“Tenemos todos los permisos, desde la Secretearía de Comunicaciones y Transportes para la obra, hasta los que fueron necesarios de la Semarnat federal y la Secretaría del Medio Ambiente del estado, todo está bien”, comenta David Fernández, el concesionario de tala.
Leña como carroña
Leña como carroña
Desde el poblado de Zacatepec comienza a verse el cambio del paisaje. Donde antes se encontraban los enormes eucaliptos ahora quedan sus raíces, única parte que no es aprovechada por aquellos que buscan leña gratis. Las raíces quedan botadas mostrando el diámetro y la edad de cada árbol. Algunas de ellas fueron retiradas y lavadas con el propósito de convertirse en patas para mesas con caprichosas formas. Otras fueron olvidadas en el camino y lucen como cadáveres.
Como si se tratase de buitres comiendo carroña, aquellos que van por la leña han llegado a los golpes para quedarse con los leños, según comenta el oficial de la patrulla H-04 del municipio de Huejotzingo: “Ha habido conatos de bronca, por eso estamos aquí, pero pues la gente es así, se pelea por la leña, pero ya no ha habido ningún asunto de mayor gravedad”, menciona el uniformado, quien por cierto tampoco quiso identificarse.
La mayoría de las cuadrillas son compuestas por hombres que llegan con sierra en la mano, van dejando tablones del tronco mientras las mujeres juntan tareas de leña y varas que servirán para consumo doméstico.
El trabajo para tirar el árbol es un poco más complicado. Los trabajadores se disponen a tirar un árbol cuando ya ha sido advertido el tránsito en cada sentido. Franeleros avisan y complementan el señalamiento de grandes barricas naranjas que avisan de la zona de trabajo.
A pura sierra mecánica el árbol es serruchado. A veces hace falta una larga sierra de doble mango para terminar de cortarlo a una altura de 70 centímetros desde que el tronco sale de la tierra. Se cuida el sentido con que será derribado para no afectar viviendas o a algún despistado. El sonido al caer asemeja a un pequeño chiflido mientras las ramas y el tronco azota hacia el piso con un fuerte golpe en la tierra. Enseguida un grupo de hombres es el que toma o marca el gran leño. Las mujeres se limitan a ver y a recoger la leña seca que pueden entre el aroma a alcanfor que deja el fruto del árbol.
“Los árboles tienen mi edad”
“Mi madre lo sembró y a mí ni una rama me va a tocar”, comenta un poco enojada la señora Fidela Mara Solís. La anciana de 77 años asegura que cuando su madre participaba en la siembra de los eucaliptos le dieron los dolores de parto.
La señora recuerda que nació un 17 de marzo de 1930. “Mi mamá acababa de trabajar cuando empezó la labor de parto. Esos árboles tienen la edad que yo tengo.
Nuestros padres los sembraron. Ahora se reparten la leña y se la ganan. Yo cuando hablé con el ingeniero de tala le pedí que nos tocara un árbol por persona… ¡pero todos esos que están allá afuera ni son de Huejotzingo!”, comenta molesta la señora mientras termina de comerse un plato de arroz sobre el mostrador de su tienda. Doña Fidela vive sobre el kilómetro 90.5 de la carretera. Confía en que “el gobierno ahora no le falle”. “El gobierno planeó la carretera desde hace más de 20 años… hasta ahorita lo van a hacer… espero no me expropien, ¡sería el colmo!”, asegura la anciana que vive a unos pasos de la carretera.
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