20123-02-12 | CHICHIGALPA, Nicaragua
La situación ha cobrado una gravedad tal que la ministra de salud de El Salvador, María Isabel Rodríguez, pidió ayuda internacional el año pasado, diciendo que la epidemia ha desbordado el sistema de salud, solo en Chichigalpa, un pueblo de la región azucarera de Nicaragua, uno de cada cuatro hombres presenta síntomas de una deficiencia renal crónica, según estudios médicos realizados.
La raíz de la epidemia, según algunos científicos, parece yacer en la naturaleza del trabajo que hacían los afectados, campesinos, obreros de la construcción, mineros y otros que trabajaban hora tras hora sin beber suficiente agua bajo altas temperaturas, sometiendo a sus cuerpos a repetidas deshidrataciones e insolaciones. Muchos trabajaban desde los diez años.
La agotadora rutina parece ser uno de los detonantes de la deficiencia renal crónica, un mal asociado normalmente con la diabetes y la hipertensión, dos enfermedades que no aparecen en la mayoría de los pacientes centroamericanos.
"La evidencia refuerza esta idea del trabajo manual y una hidratación insuficiente", dijo Daniel Brooks, investigador y profesor asociado de epidemiología de la Universidad de Boston, quien trabajó en una serie de estudios de este mal.
Dado que el trabajo duro y el calor intenso son fenómenos bastante comunes en América Central pero no todo el mundo contrae el mal, algunos investigadores no descartan factores de origen humano.
Pero, a su vez, no han surgido pruebas sólidas del papel de los pesticidas y otras sustancias químicas.
a doctora Wesseling, trabajando con científicos de Costa Rica, El Salvador y Nicaragua, estudió a grupos de la costa y los comparó con grupos con hábitos de trabajo similares, que también estuvieron expuestos a pesticidas, pero trabajaban en zonas a por lo menos 500 metros (1.500 pies) sobre el nivel del mar.
Un 30% de los trabajadores de la costa tenían niveles elevados de creatinina, lo que es un fuerte indicio de que el causante del mal es el ambiente más que los agroquímicos, de acuerdo con el epidemiólogo Brooks. Se espera que el estudio en el que trabaja sea publicado en revistas médicas en las próximas semanas.
Brooks y Johnson, el especialista en riñones, dijeron que saben de casos parecidos en regiones agrícolas cálidas de Sri Lanka, Egipto y la costa este de la India.
"No sabemos qué tan esparcido está (la enfermedad)", dijo Brooks. "Esta puede ser una epidemia que todavía no ha sido identificada plenamente".
Jason Glaser, cofundador de una agrupación que ayuda a las víctimas del mal renal en Nicaragua, dijo que él y sus colegas también saben de casos ocurridos entre trabajadores de plantaciones de azúcar de Australia.
A pesar de que hay un consenso cada vez mayor entre los expertos, Elsy Brizuela, una doctora que trabaja con un programa salvadoreño que trata a los trabajadores e investiga la epidemia, da por descartada la teoría de las deshidratación e insiste en que "todos los afectados han trabajado expuestos a los venenos, a los herbicidas que se usan en los cañales". En donde las tasas más altas del mal renal que se registran en Nicaragua son las del Ingenio San Antonio, del Grupo Pellas, cuyos ingenios procesan casi la mita de la azúcar que produce el país.
Brooks, el epidemiólogo de la Universidad de Boston, destacó que el estudio simplemente dijo que no hay prueba científica firme de la causa, pero que todas las posibilidades siguen abiertas.
A diferencia de Nicaragua, donde miles de personas con trastornos renales trabajaban en grandes plantaciones, en El Salvador abundan los pequeños campesinos independientes. Ellos atribuyen el mal a los agroquímicos y casi nadie ha cambiado sus hábitos de trabajo como consecuencia de las últimas investigaciones, que no han recibido demasiada difusión en el país.
En Nicaragua el peligro es bien conocido, pero la gente del campo necesita trabajo.